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sábado, 19 de septiembre de 2009

Terminó-se


He aquí el último espécimen de la caja de alfajores que me trajeran en su última visita mis progenitores. El muy pobre ha pasado a mejor vida. Con marido lo comimos miti-miti. Le pasé la lengua a la parte de adentro del envoltorio cosa de no perder ni un solo milímetro de chocolate y junté una a una las miguitas que quedaron.
Tendré que hacer el duelo y esperar que pase el período de abstinencia (de aproximadamente 3 meses hasta nuestro viaje a Argentina). Snif, snif.
Por si alguien no conoce los alfajores, explicación, definición o lo que fuere, a continuación: consiste en dos galletas unidas por un centro (generalmente de dulce de leche) bañadas en chocolate.

Advertencia: suministrado en altas dosis puede generar adicción. ¿Puede, dije?

viernes, 11 de septiembre de 2009

A confesión de parte…

Yo soy de esas personas a las cuales una vez sentadas frente a la caja boba, (siempre y cuando el programa me seduzca), no hay quién la saque de su estado hipnótico. El mundo puede estar viniéndose abajo y el mismísimo día final estar tocando a mi puerta, que es muy posible que ni siquiera me entere, inmute o reaccione. Hecha la introducción, paso a contarles:

La escena se desarrolla en mi casa, mirando unas olimpíadas. Hace quichicientos años de esto, tanto que ni siquiera me acuerdo de cuáles olimpíadas estamos hablando ni de que año. Tampoco viene al caso. Resumiendo: imagínense a mí (rubia de ojos celestes, 90-60-90…) No, hablando en serio, imagínense a mí frente a la tele en estado catatónico (faltaba que se me cayera la baba solamente) súper concentrada y embelesada con la programación de las olimpíadas, más específicamente con una carrera de atletismo que estaba por comenzar.

En eso suena el teléfono. Ring, ring, ring.
Ni siquiera atiné a atender pensando en que mi mamá lo haría. Error. Mi madre pegó el grito de “atiendan!!” desde la otra punta de la casa. Me acerqué como un zombi al teléfono, me lo puse en la oreja cuan autómata sin sacar la vista ni mi atención de la televisión y en vez de decir “hola, diga, hable” o lo que la gente normal dice cuando atiende el teléfono, pronuncié casi sin darme cuenta un… “a sus marcas”

A confesión de parte, relevo de prueba. Sí, fui yo.

sábado, 5 de septiembre de 2009

De regreso a la rutina

Sí señores, he vuelto a la rutina, normalidad o como quieran llamarla. Lo peor de lo peor: la transición fue sin escalas ni anestesia. De estar días enteros mirando el techo he pasado de golpe y porrazo a la vida universitaria y he mutado de persona ociosa a rata de biblioteca, en un abrir y cerrar de ojos.

Comenzaron las clases y de la mano vinieron todos los malestares habidos y por haber. Al parecer mi fuerte es el somatizar el stress y hasta creo que podría dar cátedra. Estoy brotada y mi cara se asemeja a la de una púber en su mejor etapa de desbarajuste hormonal. Léase, soy un choclo caminante.
Mi piel está adquiriendo el tinte amarillento de antaño. Ha vuelto el dolor de cabeza crónico (de tanto usar el cerebro atrofiado me imagino). Mi amiga contractura de cuello no me deja ni a sol ni a sombra. También ha vuelto el dolor de estómago y unas ganas incontrolables de comer golosinas o comida chatarra me asalta cada una hora de lectura continua. En una semana, no se como hice pero ya me di el lujo de aumentar un kilito.

No tengo tiempo ni para ir a hacer las compras y la heladera (o nevera) en este momento no tiene más que dos botellas de agua, unas manzanas, kétchup, huevos y algún que otro aderezo inservible.

Poquito a poco la vida vuelve a su curso normal…. Si, ya se que no es la muerte de nadie y que tampoco es catastrófico el volver a la rutina. Sólo necesitaba hacer catarsis. ¡Vacaciones, vuelvan!